Queridos hermanos y
hermanas:
Hemos escuchado en la lectura aquella parte del libro de los Salmos que
dice “el Señor me aconseja, el Señor me habla interiormente”. Y este es otro
don del Espíritu Santo: el don del consejo. Sabemos cuánto es importante, sobre
todo en los momentos más delicados, el poder contar con las sugerencias de
personas sabias y que nos quieren. Ahora, a través del don del consejo, es Dios
mismo, con el Espíritu Santo, que ilumina nuestro corazón, para hacernos
comprender el modo justo de hablar y de comportarse y el camino a seguir. Pero
¿cómo actúa este don en nosotros?
En el momento en el cual lo recibimos y lo acogemos en nuestro corazón,
el Espíritu Santo comienza inmediatamente a hacernos sensibles a su voz y a
orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones
según el corazón de Dios. Al mismo tiempo, nos lleva siempre más a dirigir la
mirada interior sobre Jesús, como modelo de nuestro modo de actuar y de
relacionarnos con Dios Padre y con los hermanos.
El consejo, es entonces el don con el cual el Espíritu Santo hace que
nuestra conciencia sea capaz de hacer una elección concreta en comunión con
Dios, según la lógica de Jesús y de su Evangelio. Y de este modo, el Espíritu
nos hace crecer interiormente, nos hace crecer positivamente, nos hace crecer
en la comunidad. Y nos ayuda a no caer en posesión del egoísmo y del propio
modo de ver las cosas. Así el Espíritu nos ayuda a crecer y también a vivir en
comunidad.
La condición esencial para conservar este don es la oración. Pero
siempre volvemos sobre lo mismo ¿no? La oración. Pero es tan importante la
oración, rezar. Rezar las oraciones que todos nosotros sabemos desde niños,
pero también rezar con nuestras palabras. Rezar al Señor: Señor ayúdame,
aconséjame, ¿qué tengo que hacer ahora?
Y con la oración hacemos lugar para que el Espíritu venga y nos ayude en
aquel momento, nos aconseje sobre lo que nosotros debemos hacer. La oración.
Jamás olvidar la oración, jamás. Nadie se da cuenta cuando nosotros rezamos en
el autobús, en la calle: oramos en silencio, con el corazón. Aprovechemos estos
momentos para rezar. Rezar para que el Espíritu nos dé este don del consejo.
En la intimidad con Dios y en la escucha de su Palabra, poco a poco
dejamos de lado nuestra lógica personal, dictada la mayor parte de las veces
por nuestra cerrazón, por nuestros prejuicios y nuestras ambiciones, y en
cambio, aprendamos a preguntar al Señor: ¿cuál es tu deseo? ¡Pedirle consejo al
Señor! Y esto lo hacemos con la oración.
De esta manera madura en nosotros una sintonía profunda, casi innata con
el Espíritu y comprobamos qué verdaderas son las palabras de Jesús citadas en
el Evangelio de Mateo: "No se preocupen de cómo van a hablar o qué van a
decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán
ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en
ustedes".
Es el Espíritu que nos aconseja. Pero nosotros debemos darle espacio al
Espíritu para que nos aconseje, y dar espacio es rezar. Rezar para que Él venga
y nos ayude siempre.
Y al igual que todos los otros dones del Espíritu, entonces, el consejo
es también un tesoro para toda la comunidad cristiana. El Señor nos habla no
solamente en la intimidad del corazón, nos habla sí, pero no solamente allí,
sino también a través de la voz y el testimonio de los hermanos.
¡Realmente es un gran don poder encontrar hombres y mujeres de fe que,
especialmente en los momentos más complicados e importantes de nuestra vida nos
ayudan a iluminar nuestro corazón y a reconocer la voluntad del Señor!
Yo recuerdo una vez que yo estaba en el confesionario - y había una fila
larga adelante - en el Santuario de Luján. Y estaba en la fila un muchacho todo
moderno, ¿no? Con aritos, tatuajes, todas las cosas. Y vino para decirme lo que
le sucedía a él. Era un problema grande, difícil. ¿Y tú qué harías? Y me dijo
esto: yo le he contado todo esto a mi madre y mi madre me dijo: anda a ver a la
Virgen y Ella te dirá lo que debes hacer. ¡Esta es una mujer que tenía el don
del consejo! No sabía cómo salir del problema del hijo, pero le ha indicado el
camino justo: “anda a ver a la Virgen y Ella te dirá”.
Este es el don del consejo, dejar que el Espíritu hable. Y esta mujer
humilde y simple, ha dado al hijo el más verdadero consejo, el más verdadero
consejo. Porque este joven me dijo: “yo he mirado a la Virgen y he sentido que
tengo que hacer esto, esto y esto. Yo no tuve que hablar. Lo hicieron todo la
madre, la Virgen y el muchacho. ¡Éste es el don del consejo! Ustedes mamás, que
tienen este don, ¡pidan este don para sus hijos! El don de aconsejar a los
hijos. Es un don de Dios.
Queridos amigos, el Salmo 16 nos invita a orar con estas palabras:
"Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi
conciencia! Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca
vacilaré". Que el Espíritu siempre pueda infundir en nuestro corazón esta
certeza y nos llene así con su consuelo y su paz! Pidan siempre el don del
consejo. ¡Gracias!
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