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Reflexión Weekend: EL SEÑOR EN TODO MOMENTO NOS ESTÁ INVITANDO A LA SALVACIÓN. (Mateo 20, 1 - 16) Domingo XXV del Tiempo Ordinario

La liturgia de este domingo nos pone de frente, a la grandeza de los planes
de Dios, que no son los mismos planes de los hombres. Dios quiere nuestra mayor felicidad y por eso envió a su Hijo, para que con Él, tuviésemos vida, y vida en abundancia como dice Juan 10, 10. Y es esa vida en Él, la que nos llena de fortaleza, de ilusión, de esperanza, de alegría, incluso en los momentos más cruciales y fuertes de la existencia… pero el hombre también quiere ser feliz, a su manera, y cree encontrarla lejos de Él, terminando sumergido en otra realidad, de angustia, en la oscuridad, en el sinsentido de la vida, porque se ha alejado de la verdadera fuente que le podría haber llenado y satisfacer lo que buscaba… ser feliz; una felicidad que llegará a su plenitud en otro momento, pero que ya, ahora, acá, podemos experimentar.

En razón de eso, el Señor Jesús a través de esta parábola de la viña, en su momento quiere enseñar a sus discípulos y hoy a nosotros, que para ser felices debemos acoger el Reino de Dios. Un reino que es amor, que es misericordia, que es bondad; para ello debemos tener en cuenta que el propietario de la viña es nuestro Señor Jesucristo, y en los trabajadores que Él sale a buscar, está reflejada la humanidad.

En un primer momento vemos los deseos profundos del Señor de tenernos trabajando en su viña y por eso llama en la mañana, al medio día o en la tarde; es decir que en todo momento nos invita, es insistente. Hay quienes le han respondido en la mañana, desde que eran niños; hay quienes le han respondido al medio día, en su juventud o madurez y hay quienes le han respondido en la tarde, ya en una edad más avanzada; también, hay quienes toda la vida ha estado invitando y aún no le han respondido. 

Hoy a través de esta Palabra nuestro Padre Dios, nos está diciendo: Ven conmigo, únete, quiero que seas feliz, necesito que trabajes conmigo y por eso regala múltiples dones y carismas a quien quiere y como quiere, sencillamente, porque es Bueno.  Y ese es el reino: todos juntos trabajando, construyendo vidas; es el encuentro de todos con el Señor unidos por el amor, por la fe y todo lo que se desprende de ello. Por eso la Invitación de Jesús es a que tú y yo, nos unamos a la obra, nos comprometamos a la construcción de ese reino, donde no habrá diferencias, sino que todos seremos iguales delante de Él porque somos su rebaño, sus ovejas con un único Pastor.


En un segundo momento Jesús nos hace caer nuevamente en la cuenta, como lo hacía hace un par de domingos atrás, que nosotros no vemos las cosas como las ve Dios, sino como la ven los hombres; y fue justamente en aquél momento en el que anunciaba a los discípulos su pasión, y Pedro de buena voluntad, no aceptaba lo que le iba a suceder al Maestro. “No lo permita Dios, Señor, eso nunca te acontezca”. (Mt. 16, 22).

Ese actitud la vemos nuevamente reflejada en la postura que tomaron los trabajadores de la viña, al ver que el patrón le paga a todos por igual; tanto al que estuvo más tiempo soportando el calor, como al que sólo trabajó un rato. Ellos ven injusticia, desigualdad y hasta explotación… pero están equivocados, porque el empleador de antemano había hecho un trato con cada uno y a todos les paga según lo acordado. Pero Dios va mucho más allá y su Justicia es en el amor y la bondad.


Esa paga que da es la salvación y a eso ha venido Jesús al mundo a que todo el que crea en Él alcance la salvación y por eso nos está llamando a toda hora: en la mañana, a medio día y al atardecer. Por lo tanto, queda claro que la Salvación no es por méritos propios; es decir, el que más haga, tiene más derecho, el que más tiempo dedique será privilegiado, No. No es así. Dios espera que le demos un sí, que acojamos su Palabra, que es Jesús, y llenos de su Espíritu empecemos a actuar movidos por el amor, el cual será lo que ahora valga la pena; entonces la pregunta no será: ¿cuánto tiempo llevo trabajando en la viña o cuánto tendré que trabajar? Sino mejor: ¿Con qué tanto amor he trabajado o cuánto será el amor con el que dedicaré mi servicio al Señor? Y al final será la vivencia del amor quien tenga la última palabra en el momento de la paga, porque Dios es Bueno. Amén.





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